Colombiacheck publica el primer reportaje de su sección “Periodismo Impulsado por la Gente”, un espacio en el que recopilamos las ideas que nos envían nuestros usuarios y luego las sometemos a votación, para que el público escoja una que será desarrollada entre nuestro equipo de periodistas y el ciudadano que la propuso.
En la primera ronda, el ganador fue Jorge Restrepo, director del Cerac y profesor asociado de Economía en la Universidad Javeriana. Él postuló para que chequeáramos la afirmación que constantemente repiten el expresidente Álvaro Uribe y seguidores suyos como los senadores
¿Cómo lo hicimos? Reunimos documentación abundante de quienes refuerzan y quienes niegan esa afirmación, buscamos a quienes llevan décadas estudiando el fenómeno, analizamos datos de las principales agencias antinarcóticos en Estados Unidos y, con más de doce fuentes, encontramos que no hay razones para indicar que ese grupo guerrillero es el mayor narcotraficante del mundo.
Si bien hay pruebas de que han estado involucrados en dicha actividad ilegal, su papel no alcanza las dimensiones que quieren hacer ver los opositores del proceso de paz.
Los argumentos
1. Tienen alianzas locales e internacionales para mover droga
Jeremy McDermott, un exoficial del ejército británico y excorresponsal de guerra que cofundó el centro de investigaciones InSight Crime, sostiene en uno de sus análisis que “en términos de números, capacidad militar, control territorial y ganancias del narcotráfico, las Farc son una de las redes de tráfico de drogas más poderosas de Colombia, y quizás del mundo”.
Uno de sus sustentos se refiere a las alianzas, registradas en varios reportes de prensa, entre las Farc con las Bandas Criminales en Colombia (herederas del paramilitarismo) y la otra guerrilla colombiana, el Ejército de Liberación Nacional, ELN. La Fundación Ideas para la Paz -FIP- también da cuenta de estos acuerdos entre guerrillas en la zona del Catatumbo donde, al parecer, son las Farc las que deciden quién hace qué en la cadena de producción y distribución.
Además, “las Farc tienen nexos con carteles grandes como el de Sinaloa en México o el de los Soles”, le dijo a Colombiacheck el senador Rangel, para explicar por qué las considera el mayor cartel del mundo. McDermott también señala las acusaciones que se le han hecho a las Farc de ventas e intercambios con redes en México, Surinam, Ecuador, Venezuela y Centroamérica.
Pero para Daniel Rico Valencia, investigador de la Universidad de Maryland que lleva más de diez años indagando la economía de las Farc, esas alianzas son precisamente la muestra de que esa guerrilla no tienen el poderío que se les endilga. Dependen demasiado de las alianzas y “hoy no son viables como una organización autónoma en la producción del narcotráfico, ni en ningún otro negocio”, indicó en un foro organizado por la FIP en 2014.
En todos los reportes revisados para este chequeo se nota la muy probable presencia de nexos internacionales, pero la pregunta que surge es ¿cuál es la parte dominante? Las Farc no tienen dominio sobre toda la cadena, no hay evidencias de su participación en distribución de droga en el exterior, cosa de la que se hacen cargo otras organizaciones. La relación se acerca más a “intermediarios que conectan la oferta de cocaína de las Farc con la demanda de los carteles”, como la describió Rico en conversación con Colombiacheck.
2. Ampliaron su participación en la cadena del narcotráfico
Un artículo de El Espectador habla de un informe de inteligencia de la Policía -cuyo acceso le fue negado a Colombiacheck por parte de esa entidad- en el que, según el medio, se advierte el control que tienen las Farc sobre todas las fases de la cadena del narcotráfico. De acuerdo con el texto, la principal prueba de ese control es “la ubicación de 73 estructuras en áreas de cultivo, producción y actividades de tráfico internacional de estupefacientes”. McDermont también refiere el involucramiento de algunos frentes en la cristalización de cocaína y el salto a la exportación que dieron durante el proceso con Andrés Pastrana.
Por su parte, el coronel retirado Carlos González J., quien también participó en el foro de la FIP en 2014, reafirma esa ampliación: “De una fase inicial, el grupo pasó a un estadio superior y se convirtió en una activo participante en el narcotráfico”. Pero en la descripción del proceso, deja claro que no se trata de un control total como el que tendría una estructura de cartel: los documentos rectores de las Farc establecen el fuerte vínculo en la fase inicial de producción; en la exportación, controlan la salida de Colombia y en la distribución, se limitan a cobrar impuestos a estructuras urbanas al interior del país y en zonas fronterizas.
“No tienen rutas internacionales propias, no venden en las calles de otros países”, agrega Rico. Él dice haber identificado un proceso de desnarcotización de las Farc, pues aunque en años anteriores (2006-2008) la cantidad de cocaína y la porción de negocio que tomaban era considerable, hoy “se han venido saliendo del narcotráfico de manera sistemática, contundente y visible”. Ellos, como otras organizaciones al margen de la ley, se han pasado a la minería ilegal y el contrabando, pues sus rentas son mayores y no existen riesgos como el de extradición, afirmación en la que coinciden ambos analistas.
3. Las ganancias del negocio
McDermont hace algunos cálculos para indicar que las Farc obtienen enormes ganancias de la droga. Sin embargo, combina cifras de producción de cocaína anual (saca un estimado de 300 toneladas promediando varias fuentes) con los cultivos de coca que presuntamente controlan las Farc, lo cual es un error; pues decir que éstas controlan el 60% de los cultivos -según el gobierno- no equivale a decir que controlan el mismo porcentaje de producción y exportación de cocaína.
En todo caso, el investigador acude a un precio de venta de 3.000 dólares por kilo de cocaína, pero una cosa son los ingresos por una venta y otra la rentabilidad (ganancias que quedan luego de los costos que generó producir ese kilo). Para Daniel Rico, en otra época la rentabilidad sí fue alta para las Farc (2.000 a 4.000 dólares por kilo), pero en la actualidad, “si algún frente logra 400 dólares, le está yendo muy bien”. En este sentido, el nivel de ganancia de las Farc es marginal comparado con lo que ganan los narcos que compran en Colombia un kilo de coca a 3.000 dólares y lo venden afuera en 12.000 dólares, explica Rico.
4. Las solicitudes de extradición de miembros de las Farc
Otro argumento de quienes ponen a las Farc en la cima del podio mundial de narcotraficantes es que muchos de sus líderes tienen solicitudes de extradición por ese delito. El mencionado informe de El Espectador indica que “en total son 55 cabecillas narcotraficantes de las Farc, de los cuales 30 están requeridos en extradición por EE.UU. y 15 tienen notificación roja de Interpol”.
Efectivamente, en 2003 el entonces presidente estadounidense Geroge W. Bush designó a las Farc como narcotraficante extranjero significativo, lo cual hace que sus cabecillas sean sancionados con bloqueos económicos e incluidos en la lista Clinton.
Pero ninguna de estas acciones indica que sean el mayor cartel del mundo. De hecho, en esa misma lista de jefes de grupos narcotraficantes significativos se encuentran otras redes de crimen organizado con estructuras complejas, con muchos de sus cabecillas y empresas señalados por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, como los Zetas y el Cartel del Golfo, la red de lavado de dinero de los Waked, en la que recientemente se vieron involucradas reconocidas empresas como La Riviera, el Cartel de Tijuana, etc.
Si se toma como punto de referencia las investigaciones de agencias estadounidenses, no existe una que establezca un ranking de carteles en el que las Farc ocupen el primer puesto. Por el contrario, varios de sus análisis e informes llaman la atención sobre el crecimiento y posición dominante que han tomado carteles mexicanos y de otros países.
Un informe de la Casa Blanca en 2011, sobre la estrategia para combatir el crimen organizado transnacional, llama la atención no sólo sobre el fortalecimiento de carteles en México, sino también sobre conformación de nuevas e importantes redes en países como Afganistán, Rusia, China, Italia y los países Balcánicos.
El jefe de operaciones de la DEA, Jack Riley, indicó en dos declaraciones ante el Senado (2015 y 2016) que “hoy en día, las organizaciones criminales transnacionales mexicanas se mantienen como la mayor amenaza criminal de droga para Estados Unidos; ningún otro grupo puede desafiarlos en el corto plazo”.
5. ¿Son un cartel?
Tanto Daniel Rico como Jorge Restrepo, ambos economistas, coinciden en indicar que si se va a revisar la frase de Álvaro Uribe, lo primero que se debe analizar es si realmente son un cartel.
“La definición técnica de cartel es alguien que es capaz de fijar los precios y controlar la entrada de otras organizaciones; es decir, alguien que controla todo el negocio y eso no pasa en Colombia. Las Farc no tienen esa capacidad de fijar precios de la cocaína, ni de poner las condiciones. Por el contrario, el cartel de Cali o el de Medellín sí podían controlar desde la hoja de coca hasta la distribución en Estados Unidos y definir todas las condiciones del negocio”, expone Rico Valencia.
Esa disminución del poderío narcotraficante es una especie de reestructuración que se ha dado en todo el negocio en el país: “En Colombia las organizaciones del narcotráfico han dejado atrás el modelo de los grandes carteles y han adoptado el modelo de red, más flexible y complejo. El cambio se inició desde el momento en que desaparecieron los carteles de Medellín y de Cali y comenzó la proliferación de los llamados baby carteles. Los grandes carteles también funcionaban como redes, la diferencia estaba en que podían mantener un control más estricto sobre sus distintos operarios”, indica un análisis de la Universidad Eafit sobre “La situación del narcotráfico en Colombia ad portas del posacuerdo”.
Una postura similar ofrecen los profesores Gustavo Duncan y Juan David Velasco en un artículo en el que analizan la capacidad de acción de la banda criminal los “Urabeños” dentro del mundo del tráfico de narcóticos.
“El fin de un gran cartel significa la oportunidad para una nueva organización que intenta controlar los centros de producción, las rutas, los lugares de embarque y las plazas de lavado. Incluso, es una oportunidad para controlar a los comisionistas que compran la base de coca, a los traficantes de drogas y a los lavadores que operan en su zona, es decir a los baby cartels”, señala el texto publicado en Razón Pública.
La DEA también comparte esa visión de que hoy en día en Colombia no se da la cartelización de otras épocas. “A pesar de la falta de una estructura tradicional de cártel, las organizaciones criminales colombianas siguen teniendo presencia en Estados Unidos a lo largo de la costa este”, indica un reporte de evaluación de riesgo de drogas de esa entidad, el año pasado.
Conclusión
Una vez revisados los argumentos, documentos y pruebas, Colombiacheck y nuestro primer ciudadano en hacer parte de “Periodismo Impulsado por la Gente”, coincidimos en considerar que la afirmación sobre las Farc como el mayor cartel de droga del mundo carece de sustento. Cabe aclarar que el mismo Jeremy McDermott la evaluó así cuando lo consultamos al respecto, a pesar de que sus escritos parecen tener otro enfoque.
Abundantes datos demuestran la participación de las Farc en las primeras fases del negocio y sus nexos internacionales para sacar la droga del país, pero no tienen el poder ni la suficiente influencia para considerarlos el principal jugador mundial. No son un cartel, pues no controlan el mercado, no tienen rutas propias, sus nexos son de intercambio más no de dominio y en los últimos años se han encaminado a priorizar otras actividades como la minería ilegal y el contrabando, mientras los carteles mexicanos ganan posiciones en el espectro transnacional del narcotráfico.